"Tengo a los mejores docentes, cuento con lo último en tecnología, pero ¡nada cambia!". Para muchos colegios la transformación digital es simplemente llenarse de nuevos equipos de cómputo y comprar licencias de software que prometen enseñar a los alumnos decenas de cosas nuevas; lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones, no necesitan pasar muchos meses para que se den cuenta que acaban de enviar a su equipo de TICs al precipicio, pues a partir de ese momento, no dejarán de recibir llamadas de parte del profesorado.
Otro problema al que se enfrentan los líderes educativos que deciden evolucionar sus instituciones, es el poder medir los beneficios que han obtenido al comprar licenciamiento de software, pues muchas veces se conforman solo con escuchar a los docentes que dicen que las usan, y ver desde el pasillo a algún alumno utilizarlo.
¿Te sientes identificado con alguno de los casos anteriores? Derivado de la pandemia, las escuelas adoptaron rápidamente varias tecnologías sin pensar en cuestiones de retorno de inversión, pues la necesidad era inmediata y era mejor comprar algo que “quedarse atrás”. Hoy, el resultado es una gran brecha de conocimientos que se debe solucionar este mismo ciclo escolar, antes de que ese rezago educativo afecte a las siguientes generaciones.
¿De quién es la culpa?
Fuera de culpar al profesorado sin motivo, quizás la pregunta debería ser ¿de quién es la culpa, de las tecnologías o de las escuelas? Para obtener una respuesta (o quizás pensar un poco mejor en esto), analicemos un par de puntos.
Tomado de IEBS, “La transformación digital es un proceso que consiste en reorientar una compañía hacía la aplicación y el uso de las tecnologías emergentes. Este proceso como hemos dicho no supone simplemente aplicar tecnología a los departamentos porque la tecnología no hace nada por si sola. Se trata de darle un sentido a la transformación digital en beneficio de la organización y por tanto un proceso de cambio cultural, cambio organizacional y y finalmente de aplicación de las nuevas tecnologías en toda la organización.”
Del párrafo anterior podemos tomar 3 palabras clave:
Procesos: Un proceso es un conjunto de actividades intimamente relacionadas entre sí, con un objetivo en particular.
Tecnología: La tecnología es un conjunto de instrumentos o recursos técnicos empleados para un determinado campo o sector.
Personas: Las personas, para este ejemplo serán los docentes, alumnos, personal administrativo, líderes educativos y padres de familia y/o tutores.
Aclarado esto, la tecnología podría librarse de la culpa, pues es solo un componente del trabajo de transformación digital; pero también los docentes, pues ellos no pidieron que el cambio en la educación se diera de una manera acelerada, y sí, tambien son un eslabón de la transformación.
Entonces, al momento de buscar culpables, por esta ocasión, siendo el año 2022; podemos decir que la situación de urgencia causó que los tres actores principales de la transformación digital operaran a distintos ritmos, muchas veces quizás sin un rumbo realmente definido.
Sin embargo, a partir de 2023, la emergencia de la pandemia ya no podrá ser excusa, pues los líderes educativos habrán tenido tiempo suficiente para analizar y sobre todo diagnosticar la situación de formación de los docentes para el buen uso de las tecnologías, no solo de manera instrumental, si no estratégica para reducir las brechas educativas que hoy padecemos a nivel mundial.
Para 2023 es indispensable que, una vez con un diagnóstico certero; rectores, directores y coordinadores académicos cuenten con planes de acción para:
Formar a los profesores en el uso de sus herramientas digitales (licenciamiento de software educativo y equipos de cómputo).
Construir procesos en sus instituciones educativas que les permitan optimizar recursos y sacarles el máximo retorno de inversión.
Adquirir o mantener tecnología educativa que realmente se adapte a las necesidades de su plan educativo y alumnos.
Así, si comenzamos 2024 con una brecha educativa igual o mayor a la del año anterior, si seguimos con software educativo del que no podemos medir niveles de uso y adopción, entonces sí podremos buscar al verdadero culpable, y creeme, líder, que el culpable no será la tecnología ni el docente.